Ayer fui a la iglesia.
Y allí, entre música, palabras y ojos cerrados, me di cuenta de que cada uno tenía su propia oración abierta en el pecho.
Fue uno de esos momentos en que la fe hace más silencio que ruido.
porque lo que se escucha no sale del altar, sale de las entrañas.
Vi gente rezando con los ojos húmedos.
Vi manos unidas, pidiendo alguna cura que el mundo aún no ha dado.
Pero fue cuando vi a esa mujer con un pañuelo en la cabeza, llorando mucho,
Que algo dentro de mí se rompió y al mismo tiempo se reparó.
No había necesidad de saber nada.
El pañuelo decía mucho.
Llorando, aún más.
imagen compartida de Pinterest - Simone Soares serafim
En ese momento mis problemas se hicieron más pequeños.
No porque hayan dejado de doler, sino porque recordé que el dolor, mirado desde fuera, nos enseña a verlo con más compasión.
Y entendemos que llevar nuestra propia carga también es una especie de privilegio.
A veces la presencia de alguien roto por dentro nos despierta.
Nos hace darnos cuenta de que estamos aquí, respirando, caminando, sintiendo,
y que sólo esto es oración viva.
No sé el nombre de esa mujer,
pero quizás su lágrima fue la oración más sincera que escuché ayer.
Quizás esa era la respuesta que necesitaba.
Que tu viaje sea ligero y bendecido,
Danielle Parada Oficial.